BRINDIS DE SALAS “EL PAGANINI NEGRO”, REY DE LAS OCTAVAS, GLORIA DE CUBA. PHOTOS. * BRINDIS DE SALAS “THE BLACK PAGANINI”, KING OF THE OCTAVES, GLORY OF CUBA. PHOTOS.

Es ya de noche en La Habana colonial, cuando cuatro amigos -negro uno de ellos- entran a un bar, después de un concierto, a refrescar. El dependiente, solícito, toma el pedido de los blancos y cuando el otro se dispone a ordenar, le da esta respuesta insolente:
-Yo no sirvo a negros, sino a caballeros

El aludido apenas puede reprimir la ira. Se incorpora de golpe, señala, altanero, la condecoración que luce en la solapa izquierda del frac y dice:-Pues yo soy Caballero de la Legión de Honor francesa y no hay en este salón quien pueda decir lo mismo.

Es Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido, “el rey de las octavas”, el violinista excepcional que tiene ya los oídos acostumbrados al aplauso, cosecha fama y dinero en Europa y América, y que a lo largo de su vida sumará a la condecoración de Francia las que le otorgaron los reyes de España e Italia, Austria y Portugal. El emperador de Alemania, sin ir más lejos, le concede los títulos de Caballero de Brindis y Barón de Salas. Habla seis o siete idiomas y se presenta en escena con un Stradivarius auténtico. Alterna con Bartolomé Mitre en Argentina, y con el general Porfirio Díaz, en México, y es profesor de música de la familia del monarca alemán.

CASO SIN PRECEDENTES EN LA HISTORIA CONTINENTAL

Alejo Carpentier, remiso a recargar su libro con las figuras de intérpretes y de concertistas, no puede eludir en su La música en Cuba el nombre de Brindis de Salas, “el más extraordinario de los músicos negros del siglo XIX […] un personaje singular que constituyó un caso sin precedentes en la historia musical del continente”.

Esta gloria de Cuba, nació en La Habana –calle Águila, 168- el 4 de agosto de 1852. Junto a su padre –un destacado director de orquesta- se inició en la música y prosiguió estudios con el belga José Van der Gucht, avecindado en la ciudad. Tenía ocho años de edad cuando dio a conocer su primera composición, y once cuando ofreció su primer concierto. En 1869 matriculó en el Conservatorio de París y a partir del año siguiente, y durante un lustro consecutivo, ganó el Premio de Honor que concedía esa casa de estudios.

Egresado del Conservatorio comienza una vida artística intensa. Todas las puertas se le abren. Arrebata en Italia. Los alemanes se sienten tocados por su arte inimitable. El famoso Ignacio Paderewsky lo acompaña durante sus presentaciones en Polonia. Se hace aplaudir en Rusia y en Inglaterra, y también en toda América Central y Venezuela. Regresa a Cuba y se anota, en el teatro Payret, un éxito clamoroso.

La crítica lo halaga en todas partes y en todas partes el artista lleva al público a un clima de delirio. Brindis de Salas sorprende con sus grandes golpes de arco, sus facultades fenomenales, la fantasía brillante y un repertorio erizado de escollos que sabe siempre vencer. Bien pronto comienzan a llamarle “el Paganini negro”. Existe, dicen los especialistas, una similitud diabólica en el virtuosismo de ambos ejecutantes.



DE REGRESO A CUBA

De La Habana se va a México, y de ahí, a Europa otra vez. Está en Barcelona cuando alguien lo invita a Buenos Aires. Le atrae, ciertamente, esa ciudad que todavía no conoce y en la que tampoco se sabe de su arte. Trata allí de conseguir un contrato digno de su fama y solo logra, de momento, que un empresario le ofrezca la ridícula suma de cien pesos por concierto.

-¿Cien pesos? ¡Eso es lo que doy yo de propina! –responde Brindis.

Bien pronto consigue lo que se propone. Se hace escuchar en las residencias particulares de lo más selecto de la sociedad bonaerense, y aparece el contrato añorado de mil pesos por función. La burguesía argentina se lo disputa. Le obsequian un soberbio solitario de diamantes, y sus nuevos amigos adquieren para él un Stradivarius legítimo.

Allí tiene amores con una argentina apasionada; luego, en Berlín, se casa con una dama de la aristocracia alemana, y de esta unión nacen tres hijos. Pero la relación dura poco porque la mujer, dice Nicolás Guillén, no puede soportar a aquel artista “excéntrico y andariego” que a veces derrocha su arte en cafetines de barrio ante un público de marineros borrachos. Era, apunta Salvador Bueno, un hombre original y pintoresco, algo extravagante, demasiado afectado en su trato y en su porte. Hablaba casi siempre en francés y quizás algunas veces tuvo que dejar transparentar su condición de súbdito alemán para recordar que no debía sumisión a las autoridades españolas de su isla natal.

En 1895 está una vez más en Cuba. Volverá en 1900 y en 1901. La música avanza por nuevos derroteros y el arte de Brindis va en descenso y su genio declina. De aquí para allá, en América y en Europa, pasa diez años en la oscuridad y en el olvido hasta que, enfermo y pobre, decide retornar a la Argentina de sus grandes triunfos. ¿A qué? Nadie lo sabe con certeza, tal vez para reencontrarse con aquella mujer apasionada de antaño o para evocar mejor los días de esplendor que quedaron atrás para siempre.

Pero este hombre que acumula honores y saborea el triunfo, que vive la existencia a plenitud y dispone de la gloria a su antojo, morirá en Buenos Aires en la mayor miseria y el más cruel olvido. Cuando ya agonizante lo desnudan en un hospital de la asistencia pública, le encuentran, bajo la ropa mugrienta, un corset de seda, vestigio de sus días de Don Juan, y en los bolsillos el pasaporte alemán y el recibo de la casa de empeños en la que por diez pesos dejó su Stradivarius que había costado 100 000. La era del virtuosismo quedaba atrás en la música; la tuberculosis minaba los pulmones del violinista y devastaba su cuerpo, y aquel “negro atorrante”, como alguien lo llamó, de “hermosa y simpática figura” y de quien llegó a decirse que parecía “un hombre rubio tallado en ébano”, no era más que un guiñapo.

Ahora sus amigos están muertos y nadie lo acoge; vaga por las calles y nadie lo reconoce. En el hospital, se niega a identificarse. Cuando, por el pasaporte, se sabe su nombre, la noticia corre por toda la ciudad: se moría “el Paganini negro”, “el rey de las octavas”. Los médicos le atienden con esmero, pero el esfuerzo resulta inútil.

LLEGA EL FINAL

En la madrugada del 2 de junio de 1911, sin pronunciar palabra ni dejar escuchar una queja, fallece Claudio José Domingo Brindis de Salas. La funeraria rehúsa cobrar el servicio de primera clase que presta al gran músico y sus restos, cubiertos con la bandera cubana y acompañados por el reducido número de compatriotas que radica en Buenos Aires, son conducidos al Cementerio del Oeste.

Brindis de Salas murió en Argentina en la más absoluta pobreza. La foto apareció el ocho de mayo de 1879, en la revista La Ilustración Española y Americana.

En 1917, el periódico La razón inicia una campaña para dar al artista una tumba acorde con su fama, y, como homenaje de la colonia cubana y la prensa bonaerense, se coloca una tarja de mármol ante el nicho que guarda sus despojos. Faltaba aún, sin embargo, el último periplo de este andariego que fue Brindis de Salas, pues en 1930 y con grandes honores, sus cenizas fueron trasladadas a La Habana.


BRINDIS DE SALAS “THE BLACK PAGANINI”, KING OF THE OCTAVES, GLORY OF CUBA. PHOTOS.

It’s already nighttime in colonial Havana when four friends—one of them Black—enter a bar after a concert to get refreshments. The solicitous waiter takes the white men’s order, and when the other is about to order, he gives this insolent response:
“I don’t serve Black people, but gentlemen.”

The aforementioned can barely contain his anger. He stands up suddenly, haughtily points to the decoration he wears on the left lapel of his tailcoat, and says: “Well, I am a Knight of the French Legion of Honor, and there is no one in this bar who can say the same.”

He is Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido, “the king of octaves,” the exceptional violinist whose ears have already grown accustomed to applause, who garners fame and wealth in Europe and America. Throughout his life, he will add to the French decorations those bestowed upon him by the kings of Spain, Italy, Austria, and Portugal. The Emperor of Germany, for example, bestowed upon him the titles of Chevalier de Brindis and Baron de Salas. He speaks six or seven languages ​​and performs on stage with an authentic Stradivarius. He alternates with Bartolomé Mitre in Argentina and with General Porfirio Díaz in Mexico, and is a music teacher for the German monarch’s family.



AN UNPRECEDENTED CASE IN CONTINENTAL HISTORY

Alejo Carpentier, reluctant to overload his book with the figures of performers and concert artists, cannot avoid mentioning Brindis de Salas in his La música en Cuba (Music in Cuba), “the most extraordinary of the 19th-century Black musicians […] a singular figure who constituted an unprecedented case in the musical history of the continent.”

This Cuban legend was born in Havana at 168 Águila Street on August 4, 1852. Along with his father, a prominent orchestra conductor, he began his musical career and continued his studies with the Belgian José Van der Gucht, who lived in the city. He was eight years old when he published his first composition, and eleven when he gave his first concert. In 1869, he enrolled at the Paris Conservatory and, starting the following year, for five consecutive years, won the Honor Prize awarded by that institution.

After graduating from the Conservatory, he began an intense artistic life. All doors opened to him. He was captivated in Italy. The Germans were moved by his inimitable art. The famous Ignacio Paderewsky accompanied him during his performances in Poland. He received applause in Russia and England, and also throughout Central America and Venezuela. He returned to Cuba and achieved resounding success at the Payret Theater.

Critics praised him everywhere, and everywhere the artist captivated audiences. Brindis de Salas amazed with his great bow strokes, his phenomenal abilities, his brilliant imagination, and a repertoire bristling with obstacles that he always knew how to overcome. Soon they began to call him “the black Paganini.” There is, experts say, a diabolical similarity in the virtuosity of both performers.

BACK TO CUBA

From Havana, he went to Mexico, and from there, to Europe again. He was in Barcelona when someone invited him to Buenos Aires. He was certainly attracted by this city, which he had not yet seen before and where his art was also unknown. There, he tried to secure a contract worthy of his fame and, for the moment, only managed to get a manager to offer him the ridiculous sum of one hundred pesos per concert.

“One hundred pesos? That’s what I give as a tip!” Brindis replied.

He soon achieved what he wanted. He was heard in the private homes of the most elite of Buenos Aires society, and the coveted contract of one thousand pesos per performance appeared. The Argentine bourgeoisie fought over him. They gave him a superb diamond solitaire, and his new friends bought him a genuine Stradivarius.

There, he fell in love with a passionate Argentine woman; later, in Berlin, he married a lady of the German aristocracy, and from this union three children were born. But the relationship was short-lived because, according to Nicolás Guillén, the woman couldn’t stand that “eccentric and wandering” artist who sometimes displayed his art in neighborhood cafes before an audience of drunken sailors. He was, notes Salvador Bueno, an original and picturesque man, somewhat extravagant, overly affected in his manner and demeanor. He almost always spoke in French and perhaps sometimes had to let his status as a German subject shine through to remind people that he didn’t owe them submission to the Spanish authorities on his native island.

THE END COMES

In the early hours of June 2, 1911, without saying a word or uttering a complaint, Claudio José Domingo Brindis de Salas died. The funeral home refused to charge for the first-class service it provided to the great musician, and his remains, draped in the Cuban flag and accompanied by the small number of compatriots living in Buenos Aires, were taken to the Western Cemetery.

Brindis de Salas died in Argentina in abject poverty. The photo appeared on May 8, 1879, in the magazine La Ilustración Española y Americana.

In 1917, the newspaper La Razón launched a campaign to give the artist a tomb worthy of his fame, and, as a tribute from the Cuban community and the Buenos Aires press, a marble plaque was placed before the niche that holds his remains. However, the last journey of this wanderer, Brindis de Salas, was still to come, as in 1930, with great honors, his ashes were transferred to Havana.


Agencies/ Lecturas/ Ciro Bianchi/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/www.thecubanhistory.com
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PERSONAJES CUBANOS: .. “A LLORAR A ‘PAPA MONTERO’, CANALLA Y RUMBERO”. PHOTOS. * CUBAN CHARACTERS: “PAPA MONTERO.” LET’S MOURN PAPA MONTERO, SCOUNDREL AND RUMBERO. PHOTOS.


El Personaje “Papa Montero” ha provocado acalorados debates entre historiadores y narradores, hijos irritantes de mitos, realidades y delirios.

Fue Papá Montero ficción o realidad? Yo, no lo sé. El caso es que alrededor del legendario personaje cubano hay mucha reticente bruma y broma, no obstante dice un viejo cuento o leyenda que en el marino poblado de Isabela de Sagua vivió un negro, quien nunca, aún con su cabeza blanca en canas, abandonó la alegría de vivir. Le decían Papá Montero y algo más…Canalla rumbero.

Bueno, eso…de que Papá Montero fue un canalla rumbero se dice que tiene mucho de verdad, pues gustaba de bailar la rumba cubana con hermosas y lindas mulatas, que lo acompañaban a todas partes en sus correrías de rumbero, porque siempre andaba de fiestas en cualquier barullo que se armara.

De color negro como el betún, cuando bailaba sudaba la gota gorda y le brillaba la piel. Su ropa y dientes impecablemente blancos, sombrero de Jipi Japa y zapatos de dos tonos de brillantes sin igual. Al rumbear reía a carcajadas, disfrutando hasta el cansancio.

Se dice que Papá Montero gozó más que gozón y miren que gozón… ya ustedes saben, pero un día se murió como todo el mundo, pero con una sonrisa.

Aquel canalla rumbero antes de estirar la pata y rendir cuentas a Dios pidió que en su funeral hubiera mucha alegría, música y sobre todo toque de tambores en vez de lágrimas.

Sus dientes eran impecablemente blancos, llevaba sombrero Panamá, guayabera, vaqueros plisados ​​y brillantes zapatos bicolor.

A este hombre le gusta bailar rumba acompañado de hermosas mulatas y siempre está presente en fiestas y festejos donde encuentra amantes, tragos y peleas callejeras. Compite con otro fiestero: José Rosario Oviedo, alias Malanga. Este hombre es el mejor bailarín de Rumba Colombia. Papá fue apuñalado hasta la muerte en los carnavales y murió sonriendo. Su funeral se convirtió en una fiesta con tambores, trompetas, guitarras y cantantes que comenzaron a improvisar.

A pesar de este ambiente de jolgorio, algo extraño sucedió. Tras los elogios de uno de sus amigos, la viuda se acercó al ataúd de madera y, en medio de un silencio sepulcral, gritó:

¡Bastardo… fiestero!

Inmediatamente después, siguió un coro rítmico:

Al luto Papá Montero, bastardo… fiestero.

Y todos apoyen a la vieja negra que por fin pudo desahogarse.

Fue muy comentado en la época y del compositor Eliseo Grenet, medio hermano del fallecido según algunas malas lenguas.

El compositor, en la década de 1940, describió el suceso en una canción popular, que retrataba cómo los cubanos consideraban incluso la muerte como una broma:

“Señores, señores, los familiares del cadáver me han confiado
para que despida el duelo del que en vida fue Papá Montero.
A llorar a papá Montero, ¡zumba!, canalla, rumbero.
Que era un viejo muy zalamero, ¡zumba!, canalla, rumbero.
Pero llora… llora… llora… llora… llora la rumba, canalla, rumbero.
Muy cordial y muy zalamero, ¡zumba!, canalla, rumbero.
El guateque ya está en el cielo, ¡zumba!, canalla, rumbero.
Pero qué rico baila al compás del cuero, canalla, rumbero.
Toda la gente en el barrio llora… y llora la rumba.
Todo el mundo lo quería, querían a Papá Montero (…).”

Baste decir que esta letra ha desencadenado innumerables versiones musicales como la del Trío Matamoros, la del Tata Pereira, la de Antonio María Romeu y la de María Teresa Vera. “Papa” fue la canción que levantó la carrera de Grenet, quien popularizó temas como La mora, Las perlas de tu boca, El tamalero, etc.

El pintor cubano Mario Carreño rinde homenaje al viejo disoluto de Sagua con el lienzo Los funerales de Papa Montero (1949). El poeta nacional Nicolás Guillén escribe su “Velorio de Papa Montero” en 1931.

Fragmento del poema Velorio de Papa Montero:

“..bebedor de trago largo,
garguero de hoja de lata
en mar de ron barco suelto.
Jinete de la cumbancha:
¿Qué vas a hacer con la noche?
si ya no podrás tomartela,
ni qué vena te dará
la sangre que te hace falta,
si se te fue por el caño
negro de la puñalada?
¡Ahora sí que te rompieron,
¡Papá Montero!…”

Octavio Cortázar recuerda su figura en La última rumba de Papa Montero, documental de ficción realizado en 1992, mientras que Enrique Pineda Barnet alude a su figura en La Bella del Alhambra.

Toda esta historia de rumbero y de la última voluntad del que en vida fue Papá Montero está recogida en el cancionero folclórico de los años 40, en una pieza del compositor cubano Eliseo Grenet, de quien se dice era su medio hermano.

A velar a Papá Montero dice la tonada y no sabemos si llegó o no al cielo. Pero lo que es a mí, me basta con saber que si no está allá arriba, al menos aquí abajo forma parte del tradicional cancionero cubano.

CUBAN CHARACTERS: “PAPA MONTERO.” LET’S MOURN PAPA MONTERO, SCOUNDREL AND RUMBERO. PHOTOS.

The character “Papa Montero” has sparked heated debates among historians and storytellers, irritating offspring of myths, realities, and delusions.

Was Papa Montero fiction or reality? I don’t know. The fact is that there is a lot of reticent mist and jokes surrounding the legendary Cuban character. However, an old tale or legend says that in the seaside town of Isabela de Sagua, there lived a black man who, even with his white hair tinged with gray, never abandoned the joy of life. They called him Papa Montero, and something else… a scoundrel and rumbero.

Well, that… the fact that Papá Montero was a scurrilous rumba dancer is said to have a lot of truth in it, as he enjoyed dancing the Cuban rumba with beautiful, pretty mulatto women, who accompanied him everywhere on his rumba adventures, because he was always at parties and whatever ruckus arose.

Black as shoe polish, he sweated profusely when he danced and his skin shone. His clothes and teeth were impeccably white, he wore a hippie hat and two-tone shoes with unparalleled sparkles. When he rumba danced, he laughed out loud, enjoying himself to the point of exhaustion.

It is said that Papá Montero enjoyed himself beyond measure, and look what a joy… you know what he did, but one day he died like everyone else, but with a smile.

That scurrilous rumba dancer, before kicking the bucket and giving an account to God, asked that there be much joy, music, and above all, drumming instead of tears at his funeral.

His teeth were impeccably white, he wore a Panama hat, a guayabera shirt, pleated jeans, and shiny two-tone shoes.

This man likes to dance rumba accompanied by beautiful mulatto women and is always present at parties and celebrations where he finds lovers, drinks, and street fights. He competes with another partygoer: José Rosario Oviedo, alias Malanga. This man is the best Rumba Colombia dancer. Papa was stabbed to death during Carnival and died smiling. His funeral turned into a party with drums, trumpets, guitars, and singers who began to improvise.

Despite this festive atmosphere, something strange happened. After the eulogy from one of his friends, the widow approached the wooden coffin and, amidst a deathly silence, shouted:

Bastard… partygoer!

Immediately after, a rhythmic chorus followed:

In mourning, Papá Montero, bastard… partygoer.

And everyone supports the old black woman who was finally able to vent.

It was widely discussed at the time, and by the composer Eliseo Grenet, the deceased’s half-brother, according to some gossip.

The composer, in the 1940s, described the event in a popular song, which portrayed how Cubans considered even death a joke:

“Gentlemen, gentlemen, the family of the deceased has entrusted me
to bid farewell to the mourners of the one who in life was Papá Montero.
To mourn for Papá Montero, buzz! Scoundrel, rumbero.
He was a very ingratiating old man, buzz! Scoundrel, rumbero.
But he cries… cries… cries… cries… cries the rumba, scoundrel, rumbero.
Very cordial and very ingratiating, buzz! Scoundrel, rumbero.
The party is already in heaven, buzz! Scoundrel, rumbero.
But how beautifully he dances to the beat of the leather, scoundrel, rumbero.
All the people in the neighborhood cry… and cry the rumba.
Everyone loved him, they loved Papá Montero (…)”

Suffice it to say that these lyrics have sparked countless musical versions, such as those by the Trío Matamoros, Tata Pereira, Antonio María Romeu, and María Teresa Vera. “Papa” was the song that launched Grenet’s career, and he popularized songs such as La mora, Las perlas de tu boca, El tamalero, and others.

Cuban painter Mario Carreño pays tribute to the dissolute old man from Sagua with the painting Los funeral de Papa Montero (The Funerals of Papa Montero) (1949). The national poet Nicolás Guillén wrote his “Velorio de Papa Montero” in 1931.

Excerpt from the poem Velorio de Papa Montero:

“…drinker of a long drink,
a tin-leaf gargler
in a sea of ​​rum, a loose ship.
Rider of the cumbancha:
What are you going to do with the night?
If you can no longer drink it,
nor what vein will give you
the blood you need,
if it went down the black pipe
of the stab?
Now they’ve really broken you,
Papa Montero!…”

Octavio Cortázar remembers him in La última rumba de Papa Montero, a fictional documentary made in 1992, while Enrique Pineda Barnet alludes to him in La Bella del Alhambra.

This whole story of the rumbero and the last will of the man who was Papá Montero in life is captured in the folk songbook of the 1940s, in a piece by Cuban composer Eliseo Grenet, who is said to have been his half-brother.

“A wake for Papá Montero” goes the tune, and we don’t know if he reached heaven or not. But for me, it’s enough to know that if he’s not up there, at least down here he’s part of the traditional Cuban songbook.

Agencies/ Wiki/ Cadenahabana/ Olivia Terry/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
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LAS ESTATUAS DE JOHN LENNON EN LA HABANA, PERU Y COLOMBIA. PHOTOS.* JOHN LENNON STATUES IN HAVANA, PERU, AND COLOMBIA. PHOTOS.

En la Habana, Cuba, una escultura recuerda al célebre músico en el parque que lleva su nombre. Esta escultura de bronce de tamaño normal y dos toneladas de peso, es obra del afamado artista cubano José Villa.

El genio John Lennon, artífice de los Beatles, la agrupación que revolucionó la música popular moderna en la década del 60 y la más importante de todos los tiempos, es quizá la celebridad más reproducida por los artistas de la plástica en el mundo, desde su abrupta muerte a manos de un fanático.

La primera de las obras en honor al polémico y poco comprendido personaje, es una escultura de tamaño normal que lo muestra recostado a la fachada del mítico Cavern Club, en Londres, es similar pero sentado en un banco y se encuentra en Cuba en un parque que lleva su nombre.

Es por eso que guarda una significación especial y esta localizada en la barriada habanera del Vedado, de donde a solo unos días de la fecha inaugurar en 2000, robaron la réplica de sus gafas, que además de identificar la personalidad de Lennon, devino icono de la moda “Beatles” en el orbe durante la década prodigiosa de la música pop.

Ese monumento radicado en la Plaza de Flores, cuenta desde su apertura en 2007, con varios actos de profanación, incluido la destrucción parcial de la estructura y la apropiación de sus lentes, al igual que sucedía en Los Ángeles, con otra talla, ahora en manos de un coleccionista privado residente en Australia.

Así se demuestra que a tenor de la fama universal del desaparecido John Lennon, emblemático paradigma de la corriente juvenil denominada hippie y la lucha por el fin de la guerra y el mantenimiento de la paz, no todo resulta color de rosa para las expresiones escultóricas construidas en su memoria, en diversas partes del globo terráqueo.

En Liverpool, donde nació el músico, el aeropuerto adoptó el nombre de John Lennon y también cuenta con una estatua, desde octubre de 2010 en la misma ciudad, al develarse un conjunto escultórico, en presencia de Cynthia, la primera esposa del ex-Beatle y su hijo Julian.

El artista de la cultura Fredy Luque, nativo de la ciudad de Arequipa, en el sur de Perú, ayudó a traer un toque de The Beatles a Lima cuando su estatua de la leyenda del rock fue inaugurada en 2007 en ocasión del 50 aniversario de la banda.

LA ESTATUA DE LENNON EN COLOMBIA.

En el corazón del Quindío, Colombia, una estatua de John Lennon, encargada por el narcotraficante Carlos Enrique Ledher Rivas, se convirtió en un símbolo de su extravagancia y obsesión por el músico británico.

Esta escultura, diseñada por el reconocido escultor colombiano Rodrigo Arenas Betancur, fue la primera en América dedicada al exintegrante del cuarteto de Liverpool, The Beatles.

Sin embargo, su paradero actual es un misterio, tras haber sido robada en 2003 de la Posada Alemana, el complejo hotelero que Lehder construyó en Salento, Quindío.

La estatua, de tres metros de altura y hecha en bronce, representaba a Lennon desnudo, con un casco de soldado alemán, su guitarra Rickenbacker 325 y un hueco en el pecho que simbolizaba la bala que lo mató en 1980.

La obra de tres metros, diseñada por Arenas Betancur en 1981, desapareció dejando interrogantes sobre su paradero.

Según detalló El Quindiano, la obra fue inaugurada en 1981 frente a la discoteca del hotel, un espacio dedicado al músico y decorado con afiches que retrataban momentos icónicos de su carrera. Este lugar se convirtió en un sitio de peregrinación para fanáticos de los Beatles, quienes encendían velas alrededor de la estatua y cantaban en su honor.

El narcotraficante, conocido por su megalomanía y su ideología política, encontró en el exbeatle una figura que representaba sus ideales utópicos. Tras el asesinato de Lennon en 1980, Lehder, profundamente afectado, decidió rendirle homenaje construyendo la Posada Alemana, un complejo que le costó cinco millones de dólares.

En 1987, Lehder fue capturado en una finca en Rionegro, Antioquia, tras una denuncia de vecinos alarmados por el ruido de una fiesta. Fue extraditado a Estados Unidos, donde cumplió una larga condena.

Mientras tanto, la Posada Alemana fue abandonada, y la estatua de Lennon quedó expuesta al deterioro hasta su robo en 2003. Según Las Dos Orillas, se especula que la viuda de Arenas Betancur podría tenerla en su poder.

Dentro de los rumores de esta historia, se dice que Ledher, junto a otros narcotraficantes, le rezaban a la estatua de Lennon, para encomendar los viajes con drogas.



JOHN LENNON STATUES IN HAVANA, PERU, AND COLOMBIA. PHOTOS.

In Havana, Cuba, a sculpture commemorates the famous musician in the park that bears his name. This life-size, two-ton bronze sculpture is the work of renowned Cuban artist José Villa.

The genius John Lennon, creator of the Beatles, the group that revolutionized modern popular music in the 1960s and the most important of all time, is perhaps the most frequently reproduced celebrity by visual artists worldwide since his abrupt death at the hands of a fanatic.

The first of the works honoring the controversial and little-understood figure is a life-size sculpture depicting him leaning against the facade of the legendary Cavern Club in London. It is similar but seated on a bench and is located in Cuba in a park that bears his name.

That’s why it holds special significance and is located in the Havana neighborhood of Vedado, where just a few days before its inauguration in 2000, a replica of his glasses was stolen. These glasses, in addition to identifying Lennon’s personality, became a global Beatles fashion icon during the prodigious decade of pop music.

This monument, located in Plaza de Flores, has been subject to several acts of desecration since its opening in 2007, including the partial destruction of the structure and the appropriation of its glasses.

Two other statues are located in wooded areas in the cities of La Coruña and Armería, where the author of Imagine filmed the 1967 movie How I Won the War and first wore those round glasses, which were associated with his image until the day he died.

This demonstrates that, given the universal fame of the late John Lennon, an emblematic paradigm of the hippie movement and the fight for the end of war and the maintenance of peace, not everything is rosy for the sculptural expressions built in his memory around the world.

In Liverpool, where the musician was born, the airport was named after John Lennon, and a statue has also been erected there since October 2010 in the same city, when a sculptural group was unveiled in the presence of Cynthia, the former Beatle’s first wife, and his son Julian.

Cultural artist Fredy Luque, a native of the southern Peruvian city of Arequipa, helped bring a touch of The Beatles to Lima when his statue of the rock legend was unveiled in 2007 on the occasion of the band’s 50th anniversary.

THE LENNON STATUE IN COLOMBIA.

In the heart of Quindío, Colombia, a statue of John Lennon, commissioned by drug trafficker Carlos Enrique Ledher Rivas, became a symbol of his extravagance and obsession with the British musician.

This sculpture, designed by renowned Colombian sculptor Rodrigo Arenas Betancur, was the first in the Americas dedicated to the former member of the Liverpool quartet, The Beatles.

However, its current whereabouts are a mystery, having been stolen in 2003 from the Posada Alemana, the hotel complex Lehder built in Salento, Quindío.

The three-meter-high bronze statue depicted Lennon naked, wearing a German soldier’s helmet, his Rickenbacker 325 guitar, and a hole in his chest symbolizing the bullet that killed him in 1980.

The three-meter-high work, designed by Arenas Betancur in 1981, disappeared, leaving questions about its whereabouts.

According to El Quindiano, the work was inaugurated in 1981 in front of the hotel’s nightclub, a space dedicated to the musician and decorated with posters depicting iconic moments from his career. This place became a pilgrimage site for Beatles fans, who lit candles around the statue and sang in his honor.

The drug trafficker, known for his megalomania and political ideology, found in the former Beatle a figure who represented his utopian ideals. After Lennon’s murder in 1980, a deeply affected Lehder decided to pay tribute to him by building the Posada Alemana, a complex that cost him five million dollars.

In 1987, Lehder was captured on a farm in Rionegro, Antioquia, following a complaint from neighbors alarmed by the noise of a party. He was extradited to the United States, where he served a long sentence.

Meanwhile, the Posada Alemana was abandoned, and the Lennon statue was exposed to deterioration until it was stolen in 2003. According to Las Dos Orillas, there is speculation that Arenas Betancur’s widow may have it in her possession.

Among the rumors surrounding this story is that Lehder, along with other drug traffickers, prayed to the Lennon statue to bless their drug dealings.

Agencies/Wikipedia/El Universal/Arrajatabla/Alberto Denis/Excerpts/Internet Photos/Arnoldo Varona/www.TheCubanHistory.com

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